

El Nuevo Mundo del otro lado del Pacífico
Por 陈丹霞 Danxia Chen
La traducción de Perú en chino emplea el carácter «秘», que significa «secreto». Esto no sólo consiste en una casualidad de pronunciación. Para muchos chinos, esa tierra llena de paisajes escondidos está estrechamente relacionada con la historia mundial, pero para mí, vale mucho más: se ha convertido realmente en mi Nuevo Mundo, donde he descubierto la versión más libre de mí misma.
Hace seis años, tuve la suerte de pasar un año de intercambio en el Perú, un país lejano pero ahora tan simpático para mí como un viejo vecino. Todavía recuerdo claramente que tomé el avión desde Hong Kong sufriendo el calor de verano y, treinta horas después, me recogió el invierno gris de Lima. Con el tiempo, me fui acostumbrando a la vida local y dejé que mi curiosidad corriera libre por todos lados para descubrir más. En una ocasión, me di cuenta de que muchos provincianos despreciaban el cielo gris de Lima, pero intentaban ganarse el pan en la capital. Como yo no sabía si ellos tenían la razón, ahorré dinero para viajar a Cuzco y me encontré con ese cielo que se deja llevar y guardar por los provincianos.
Ese azul, más barato que un vaso de jugo de naranja, aparece a tiempo y contento todos los días, como un portero puntual de la vida local. Es casi juguetón y vanidoso a la vez. Le gusta subir a las ventanas nuevas y pintadas también de color azul y compararse con la pintura artificial. Es que tiene la confianza de que siempre ha sido y será el ganador.
Caminando por esta ciudad, cabe pensar que la historia de la colonización de España ha quedado en cada ladrillo de las catedrales, mientras los colores vívidos de la ropa indígena continúan bailando con el viento. Pero a veces, tengo que parar mis pensamientos. Me gusta la sensación de estar cerca de los acontecimientos históricos y apreciar el estado de la arquitectura, que siempre queda de pie en el lugar original. Pero dicen tantas cosas cuando te detienes e intentas escucharlas. Al sentirme algo cansada, suelo buscar algún patio, normalmente escondido en el laberinto de las calles estrechas. Curiosamente, en esos momentos, el móvil no sirve para nada, mejor dejar funcionar la brújula escondida en tu corazón. Una vez, me metí por el césped que rodeaba varias casitas, donde unos niños jugaban y corrían. Con el sol calentito del atardecer, el lugar se convertía en una sala de juegos para los niños. Arriba flotaba un sombrero gigantesco de nube. ¿Dónde va a aterrizar?
Como la Gran Muralla de China, Machu Picchu tiene tanta fama en el mundo que cualquier viajero al Perú lo añade primero en la lista de visitas. Sin embargo, como una de las siete maravillas del mundo, Machu Picchu también plantea muchas dificultades. La ruina del Imperio Inca descansa en silencio en el pico de un monte. Cuando por fin llegué allí, después de muchas curvas increíbles de montaña, lo encontré bañado en una niebla de leche. Tras cinco minutos de espera, nos saludó con mucha cortesía. Parecía una mujer indígena que no deja de coser con sus dedos gruesos, a lo mejor tímida en un comienzo, pero calurosa cuando le das confianza. Sin duda alguna, se trata de una maravilla, pero no sólo te da la pura sensación de belleza, sino que también te cultiva unas dudas en la cabeza. Sabía que, a pesar del fin de ese viaje, la aventura de la cultura inca me seguiría.
Sin las fotos que tomé en aquel entonces, me sería imposible recordar hasta hoy todo lo que vi. No obstante, estas importan poco porque fue durante los viajes cuando rescaté mis capacidades de apreciar lo bello y comunicarme con un mundo donde sólo juego un papel de pasajero. Los paisajes tienen el poder de curar el mal humor, acompañándote y dejándote un espacio cómodo, como si te tocara el indulto para dejar las molestias al lado. Además, la estancia limitada de un año me ha concedido más libertad y valor para enfocarme en el presente en lugar de preocuparme demasiado por el futuro. Después de la muerte de mi padre, hace cuatro años, he entendido mejor esta lección de que la vida es como un viaje y cada persona puede descubrir su Nuevo Mundo, donde le esperará su versión más libre.
Según el escritor chino Jiang Xun, a él le gustaba la ciudad de París sin importar las malas condiciones que padeció mientras vivió a sus veinte años. Y yo, con mucha suerte, a la misma edad tuve la experiencia de estudiar y vivir sola en el Perú. Al hablar de esta edad, recordé un momento sorprendente ocurrido en la Noche Vieja en una casa de una señora peruana, que me había invitado a una reunión de sus amigos. Al entrar en la casa, empecé a arrepentirme de haber aceptado la invitación porque sólo había unos ancianos sentados en el sofá charlando sobre sus novedades y ya no quedaba ninguna persona de mi edad en la casa. No tuve otra opción que sentarme a su lado y empecé a escucharlos hablar de las anécdotas de sus nietos y de las medicinas que tomaban. Iba a mantenerme totalmente callada durante toda la noche, cuando una anciana me saludó e hizo una pregunta normal: «¿Cuántos años tienes?». No tardé en contestar que tenía veinte años. De repente, todos se quedaron callados y me miraron. «¿Veinte?» «¡Qué envidia!», parecía que sólo con oír el número veinte, revivían su juventud. Entonces, ellos empezaron a compartir los recuerdos sobre dónde o con quién estaban a esa edad, dejándome otra vez callada pero esta vez asombrada por sus reacciones.
Y ahora entiendo mejor: el significado de viajar tiene más que ver con el corazón, ¿no?






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